Postreras páginas: Rembrandt y el retrato de un anciano llamado el rabino
Al
hablar de Rembrandt van Rijn una infinidad de posibilidades se despliegan. Desde
aspectos que atañen lo pictórico, hasta sus vivencias que demarcan la vida y
obra de un artista de su momento.
Rembrandt
heredo al mundo cultural un repertorio extenso de pinturas con diversas
temáticas y géneros propios de la época, sin embargo, el retrato cobra mucha
relevancia ya que fue la categoría a la que más tiempo le dedicó, por lo cual
es considerado un pintor de retratos, a la par el retrato es uno de los géneros
más importantes en la historia de la pintura europea.
Rembrandt
continúo pintando hasta sus últimos días, esto lo demuestra el último
autorretrato fechado en 1669 año en el que muere. Desde la perspectiva de este
ensayo lo que Rembrandt deja ver en la obra que pintó durante sus últimos años
de vida, son los sentimientos y las emociones de cada uno de los personajes. Porque
a simple vista no reconocemos los rostros, pero si las emociones que reflejan. Es
posible observar un dejo de nostalgia en las personas, lo cual nos conectan con
un lado sensible que más allá de las culturas, los idiomas y las temporalidades
sigue vigente hoy.
La tristeza y la melancolía, son parte de esos
sentimientos que envuelven el aura del retrato de un anciano llamado el rabino
pintura fechada en 1665. Al observar esta pintura es inevitable presentar
varias preguntas: ¿Qué emociones están siendo representadas en esta etapa de su
vida? ¿qué es lo que este personaje nos puede transmitir? ¿Qué conexiones está
teniendo este cuadro con quien lo observa? Y ¿Por qué seguía pintando una
persona de tan avanzada edad? Proponemos tres líneas de análisis como
herramientas intelectuales para enfrentar la obra. Primero la biografía del
artista, la cual nos dará pautas para interpretar las vivencias que lo llevaron
a ese momento en particular. Posteriormente el contexto social, político y
religioso de la época; y por último el análisis formal de la obra y su
tradición pictórica.
Primero,
Rembrandt tenía 59 años cuando pintó el retrato de un anciano llamado el
rabino, si tomamos en cuenta que murió a los 63 esto significa que realizó
esta obra cuatro años antes de su muerte. Así que para comentar aspectos
biográficos vamos a centrarnos en los últimos cuatro años de la vida de Rembrandt,
pues esta etapa de su producción puede darnos pistas del estado anímico del
pintor y el significado emocional de esta obra.
La
muerte como un fantasma rondando
Es
un hecho natural que algunos de nuestros seres amados se irán primero al largo
viaje de la muerte, suponemos que primero se irán los más viejos y los más
jóvenes nos verán morir a nosotros, pero cuando todos se van antes, qué
podríamos llegar a sentir, justamente esto es lo que vivió el pintor
neerlandés.
Rembrandt
paso por diferentes pérdidas de familiares, primero fueron sus padres, después sus
tres primeros hijos y posteriormente su esposa Saskia al dar a luz a su cuarto
hijo, afortunadamente el pequeño logro sobrevivir. Al pasar del tiempo vuelve a
contraer matrimonio, pero su segunda esposa también muere. El único hijo que
sobrevive de su primer matrimonio fue nombrado Titus van Rijn quien gozo de una
vida estable y alcanzo la mayoría de edad, pero desafortunadamente muere hacia
el año de 1668. Al año siguiente Rembrandt deja este mundo un 4 de octubre del
año de 1669. En definitiva, Rembrandt vio morir a todos sus seres queridos
quedándose solo a una edad muy avanzada.
Es
probable que toda la serie de penas que Rembrandt vivió dejaran un aire de melancolía
en él, y para sus últimos años, este sentir fuera un tema que intrínsecamente
dejara ver en su obra. La psicología menciona que somos seres emocionales, todo
el tiempo tenemos emociones que viene y van, pero cuando la tristeza toca
nuestro ser de alguna forma buscamos desarraigarla del cuerpo, en este sentido
puede ser que, para un pintor, los pinceles y los óleos fueran una vía de
despojo del dolor y la tristeza. Pues podemos observar que la tristeza y la
melancolía son aspectos que se reflejan en sus obras tardías.
El
historiador del arte Simón Schama escribe en su célebre libro Los ojos de
Rembrandt, que el artista dedicó los últimos años de su vida a pintar la
condición humana sus emociones y cito:
“La
cadena de vida y su profundo misterio orgánico, su latido vital que surge en
forma de deseo, se encarna en la pasión y desemboca en la confianza y el compañerismo
duraderos era el tema que tanto Rubens como Rembrandt escogieron para retratar
al final de sus vidas como lo esencial de la condición humana, volviendo una y
otra vez a la morada de los afectos familiares…[1]”
Rembrandt
ya para el final de su vida manifestó a través de su obra aspectos personales
como consecuencia de las circunstancias vivenciales. Lo hizo de un modo
realista, directo y contundente, a través del gesto que transmiten sus modelos,
sin tantos elementos más que la luz. En este sentido es transparente al
dejarnos ver lo que se refleja ante nosotros.
Asimismo,
para Simón Schama la obra tardía de Rembrandt apela a la contemplación y pareciera
que estaba desprendiéndose de algo, lo cual Schama expresa en la siguiente cita:
“parece estar despojándose de las ambiciones e ilusiones mundanas; su ropa es
austera y negra o marrón parduzca como la de un franciscano […] sobrevuela un
aire de que la muerte estaba cerca.”[2]
Por
otro lado, el historiador del arte Stefano Zuffi menciona que “así se cierra,
con la amargura de los afectos quebrados, la vida de Rembrandt. Las postreras
páginas del diario de una vida, las últimas de una producción siempre altísima,
Rembrandt se las dedica a sí mismo.”[3] Refiriéndose en concreto a
los autorretratos que realizó durante sus últimos años. De acuerdo con esta
pesquisa, pongamos dos pinturas a dialogar, ambas pertenecientes a la etapa que
estamos analizando, la primera es su último autorretrato fechado en el año
de1669 (figura 1) y la otra es el retrato de un viejo llamado el rabino (figura
2), obra que nos ocupa en este ensayo. A través de estas obras podemos observar
que ambos óleos eliminan utilería, objetos, y toda clase de distractores para
centrarnos en el rostro y el gesto. Parece que nos quisieran dejar ver algo más
allá del rostro, consideramos que eso que busca dejarnos ver es lo inmanente del
ser.
Figura 1. Autorretrato,
Rembrandt van Rijn, 1669. (Derecha)
Figura 2. Retrato de
un anciano llamado el rabino, Rembrandt van Rijn, 1665. (Izquierda)
Por
otra parte, para el escritor y académico John Molyneux los autorretratos que Rembrandt
realizó antes de morir, no fueron simplemente una respuesta a la demanda del
mercado, lo que realmente dejan ver son signos de declive, pero no de las
habilidades artísticas, sino de algo que empieza a desmoronarse dentro de los
seres humanos[4].
No hay muchos motivos para dudar de esta hipótesis ya que como hemos señalado,
la muerte siempre lo rondó y de cierta manera los duelos emocionales no son
cosa fácil, esto pensándolo como otro ser humano igual a nosotros.
Todos
estos historiadores coinciden con que Rembrandt van Rijn hacia su vejes era un
pintor de emociones melancólicas, ya que sus últimos años de vida, los vivió en
soledad hasta el día de su muerte. Y, todas las penas emocionales hicieron del
viejo Rembrandt un pintor que se sostenía de los pinceles y los pinceles de él.
Entre judíos
A
continuación, vamos a analizar el contexto del retrato de un viejo llamado
el rabino. Siguiendo la línea temporal de la obra de Rembrandt, observamos que,
en los últimos años de producción pintó a personajes de su cotidiano, pero
principalmente a judíos. Esto se debe a dos importantes razones, la primera es
el resultado del marco político de los Países Bajos en el siglo XVII, entorno
en el que vivió Rembrandt, el cual en seguida explicaré, y la segunda es el
fenómeno migratorio de judíos derivado del primer punto.
La ciudad de Ámsterdam en el siglo
XVII vivió un auge económico, político, artístico y científico particular,
comparado con el resto del territorio europeo dominado por la corona española.
Este esplendor fue derivado de la independencia de los Países Bajos después de
los conflictos a causa de los intentos de Carlos V por combatir el
protestantismo, bajo el fundamento de que la unidad religiosa era la forma de unificar
el territorio, la Universitas Chistinan sería el proyecto que lo
llevaría a lograr ese objetivo, así como una serie de políticas centralistas. Esto
derivó en una rebelión religiosa, política y social por parte de Países Bajos
que apelaba a la libertad. Como resultado de este conflicto los Países Bajos
firman el tratado de Utrecht documentos que acentúan la soberanía y ponen fin a
los conflictos. Así se instaura la República de las Provincias Unidas y al
mismo tiempo se inaugura el siglo de oro neerlandés[5].
El
siglo de oro neerlandés abarcó todo el siglo XVII, pero su mayor auge fue entre
los años 1625
y 1675. Este momento histórico se destaca por un fuerte poder económico
fruto del comercio; asimismo, se distingue por la libertad de pensamiento y la
tolerancia religiosa. Estas circunstancias fueron aprovechadas entre otros por
los judíos. Pues para la población judía trasladarse a un territorio que era
más tolerante con su religión, significaba una gran oportunidad. Tal como lo
argumenta el historiador Molyneux “Los judíos de Ámsterdam se beneficiaban de
la inusitada tolerancia religiosa existente en la sociedad holandesa-por eso se
desplazaron a esta zona desde España y Europa Central-.”[6]
En
particular tolerancia significaba, por encima de todo, tolerancia religiosa.[7]
La cual abarcó diferentes confesiones y aunque el calvinismo era la religión
que mayormente se practicaba, ésta contaba con una importante apertura, lo que
también permitió que otras religiones se practicaran, entre ellas la católica y
la judía. La tolerancia religiosa contagió a la esfera de la política, la
filosofía y la ciencia,[8] permitiendo un ambiente
libre y propicio para el desarrollo de las ciencias y las artes.
Por otro lado, Ámsterdam
se encontraba en el marco del desarrollo de la primera cultura burguesa
autónoma de la historia moderna. Precisamente en este contexto se enmarca la
vida y obra de Rembrandt, momento en el que esta ciudad gozaba de un auge
económico, urbanístico y social.[9] Al mismo tiempo que Rembrandt
pintaba en su taller, Ámsterdam se convertía en una nación prolífica y
económicamente efervescente.
Durante muchos años la casa y
taller de Rembrandt se localizó en Saint-Anthonisbreistraat, en el centro del
barrio judío. Esto le permitió tener una cercanía con esta comunidad. Posteriormente,
entre los años 1657 y 1658 Rembrandt comienza una nueva vida en el canal de
Roozengracht. La decisión de cambiar de residencia fue debido al declive social
y económico que devino después de haber perdido la mayoría de sus bienes
materiales a causa de deudas. En consecuencia, tuvo que optar por una vida más
sencilla a orillas de la ciudad, cerca de amigos menonitas y judíos. Esta
cercanía con la comunidad judía, da por resultado que en la obra de Rembrandt
encontremos muchos retratos de judíos. Conviene subrayar, como lo calcula el
historiador Fowkes y cito: “… de los 200 retratos de hombres (…) que realizó el
artista, 37, casi una quinta parte, son identificados como judíos: una cifra
extraordinariamente alta si tenemos en cuenta que los judíos representaban poco
menos del 1% de la población de la ciudad”.[10]
El
retrato
A continuación, vamos a hablar acerca
del retrato como género pictórico. Este apartado es esencial ya que
responde al por qué es posible que existan retratos de judíos teniendo en cuenta
que las imágenes entre los judíos no siempre han sido aceptadas. Para lo cual encontramos
dos directrices, la primera se relaciona con el desarrollo de los temas en la
pintura de la época, y la otra es la división de pensamientos que había entre
la comunidad judía.
Los
judíos estaban divididos por grupos de los cuales, los sefardíes, eran más
libres en su actitud hacia la representación de la naturaleza humana, así pues,
conocemos retratos de judíos realizados por encargo a Rembrandt como El
físico judío Ibrahim Bueno y el grabado del rabino Manase ben Israel,[11] por nombrar algunos.
Por
otro lado, una gran mayoría de la obra de Rembrandt son retratos y autorretrato,
esto nos hablan del gusto estético de la época. Respecto al gusto estético sabemos
que en el siglo XVII había una particular admiración por los temas mitológicos
y del viejo testamento, tal como lo enuncia la historiadora del arte Weixuan Li
y cito: “The most popular subjets in this period include a great variety of
mythological and Old Testament favoured by the Mannerists”[12] Asimismo, las pinturas
medianas y pequeñas, de refinada ejecución, destinadas a decorar las casas ( y no
las colecciones principescas) tenían un importante lugar en el mercado del arte[13]. De igual manera como lo enuncia la
historiadora del arte Svetlana Alpers, el retrato fue un género favorito de los
holandeses en el siglo XVII.
El
retrato como ideal estético encontró su fundamento en dos aspectos, por un lado
la Reforma protestante pues tal como lo enuncia Molyneux, “la Reforma llevó a
una evolución ulterior del individualismo al reemplazar la idea de la relación
con Dios mediatizada por la institución social de la iglesia, por la idea de la
relación personal con Dios a través de la Biblia.”[14] Por otra parte, desde la
postura del historiador Arnols Hauser “sólo un periodo del arte burgués, como
el siglo XVII holandés pudo posibilitar la concepción subjetiva de la pintura
que produjo la marea de autorretratos de Rembrandt.”[15] Ambos aspectos dan como
resultado un cambio de paradigma que se manifestó en la pintura y derivó en la
diversificación de los géneros pictóricos.
Por
otro lado, para la historiadora del arte Svetlana Alpers las imágenes jugaron
un importante papel, al atribuirle una nueva autoridad como conocimiento visual
frente a la textual[16]. En suma, la resistencia
del arte holandés versus la influencia italiana, aunado a que el mercado de la
época se dirigió a la clase burguesa y no a la aristocracia o a la iglesia,
favoreció soluciones alternativas, como ya lo hemos mencionado. De manera que dos
tercios del trabajo de Rembrandt posterior al año 1629 son retratos. Y, de
estos, una parte sustancial fueron encargos de retratos individuales o
colectivos de miembros de la burguesía holandesa, los cuales fueron bien
recibidos por sus clientes y de esta forma Rembrandt consiguió importantes
ingresos y reconocimiento.
En
los retratos de Rembrandt la “atención se centra en la personalidad individual,
en lo que algunos llamarían el «alma» del modelo y todo lo demás queda
virtualmente excluido”. [17] En
el retrato de un anciano llamado el rabino, observamos a un hombre
de edad adulta en estado de calma con las manos cruzadas, vestido de negro
sentado sobre una silla, dentro de una atmosfera obscura que envuelve la
escena. En particular, la obscuridad de fondo es un recurso que permite
enfatizar la luz en el rostro y gracias a la cual se pueden observar sus
facciones y descubrir la personalidad del modelo. El manejo de la luz es propio
de la pintura Barroca en Holanda, tradición de la cual devine Rembrandt, cuyo
sistema de valores toma importancia a la luz. La luz es un elemento que da
armonía y genera claroscuros que sirven de recurso técnico, “este recurso es
utilizado para ensombrecer todo lo que no es esencial y centrarse en el núcleo psicológico
o espiritual de la persona o escena representada”.[18]
En
cuanto a la paleta de color percibimos un equilibrio entre tonos ocres, siena
tostada, sepia y café. El cuadro se divide en tres planos en el primero una
mesa donde el rabino recarga un brazo, en el segundo el cuerpo sobre la silla, y,
en tercer lugar, el fondo completamente en tinieblas. Esta organización interna
le da profundidad a la escena.
Conclusiones
Nos
pertenecen una amplia gama de emociones, y aunque parece que la tristeza sea
uno de los más oscuros, cada quien lo vive desde su cuerpo con matices
distintos. Para un pintor del siglo XVII como en el caso de Rembrandt, existe
la posibilidad de que los pinceles fueran un refugio, una forma de vida y un
intento por lo que Merleau-Ponty plantea como lo imaginario, lo cual presta su
carne a algo ausente, y con ello le da presencia. En este sentido la expresión
y el gesto del rabino, presta una presencia imaginaria través de la cual Rembrandt
nos dejan ver algo de suyo.
Cuando
observamos el retrato de un anciano llamado el rabino, óleo sobre lienzo con
dimensiones de 104 x 86cm, el cual actualmente se encuentra dentro de la
colección de la Galería Uffizi, en Florencia Italia. La imagen dialoga con
nosotros acerca de la historia de la pintura, de las particularidades de una
tradición pictórica en el siglo XVII con el retrato, de un contexto político,
económico, religioso y social de un espacio en particular, pero también desde
nuestra perspectiva, entabla una conexión interna cuando nos muestra el sentir
de un hombre quien ha perdido todo y lo único que tiene es así mismo ante un
pincel.
Sea
cual sea la vía que utilicemos para atravesar las pantanosas aguas de la
tristeza, si observamos un cuadro cargado de emotividad, y observamos el rostro
y la vida de un pintor, la reconoceremos. Pues más allá de las fronteras y los
tiempos somos seres humanos que empatizamos con las emociones de los otros.
La
historia del arte nos habla del reflejo de la imagen, como espejo o como bala
de cañón que traspasa todos los tiempos. Para nosotros fue importante abordar
este cuadro empezando por mencionar que la tristeza es la primera impresión que
nos despierta, pero en este camino fue importante considerar los hechos y
procesos que dieron pautas para que el artista Rembrandt van Rijn, nos dejara
ver a través del retrato de un anciano llamado el rabino su alma como espejo. (imagen
3)
Imagen 3. Retrato de un viejo llamado el rabino. Rembrandt van Rijn, 1665.
Bibliografía
Bockemühl,
Michael. Rembrandt 1606-1669. El enigma de la visión de cuadro.
Traducido por Liliana Potón. Alemania: TASCHEN, 2000.
Merleau-Ponty,
Maurice. Fenomenología de la percepción. Barcelona: Editorial Planeta,
1994.
Molyneux,
John. Rembrandt & Revolución. Barcelona: Ediciones de intervención
cultural. El viejo Topo, 2004.
Schama,
Simón. Los ojos de Rembrandt. Traducido por Ricardo García Pérez.
Barcelona: Plaza & Janés Editores, 2002.
Svetlana
Alpers. El arte de describir: el arte holandés en el siglo XVII. Madrid:
Hermann Blume, 1987.
Zuffi,
Stefano. Rembrandt. El más importante hereje de la pintura. Madrid: Electa Bolsillo, 1999.
Weixuan Li. “A Network of Iconography: Tracing the Evolution
of Iconography in History Paintings in the Dutch Golden Age”. Early Modern
Low Countries 5 (2021) 2, pp. 216-249 - eISSN: 2543-1587.
[1] Simón
Schama, Los ojos de Rembrandt, Trad. Ricardo García Pérez (Barcelona:
Plaza & Janés Editores, 2001), 737.
[2] Schama,
Los ojos de Rembrandt, 750.
[3] Stefano
Zuffi, Rembrandt. El más importante hereje de la pintura (Madrid: Electa
bolsillo, 1999),14.
[4]John
Molyneux, Rembrandt & Revolución (Barcelona: Ediciones de
intervención cultural. El viejo Topo, 2001), 94.
[5] Tlayotzin
Orozpe Serratos, La expansión cultural de los Países Bajos a la luz de la
obra de Rembrandt Harmenszoon van Rijn, UNAM, 2017, 13
[6] Molyneux,
Rembrandt & Revolución, 102.
[7]
Molyneux, Rembrandt & Revolución, 59.
[8]
Molyneux, op.cit., 61.
[10] Ibid., 103.
[11] Ibid, 103.
[12] Weixuan Li, “A
Network of Iconography: Tracing the Evolution of Iconography in History Paintings
in the Dutch Golden Age”, Early Modern Low Countries 5 (2021) 2, pp.
216-249 - eISSN: 2543-1587, 226.
[13]
Zuffi, Rembrandt. El más importante hereje de la pintura, 14.
[14] Ibid,
90.
[15] Ibid,
95.
[16] Svetlana
Alpers, El arte de describir: el arte holandés en el siglo XVII,
Madrid, Hermann Blume, 1987, 41.
[17] Ibid., 14.
[18] Ibid., 15.
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